miércoles, junio 25, 2008

Ella quería de su pelo una trenza larga donde hamacarse, un columpio.
Él pretendía darle en su abrazo la galaxia.
Le daba placer verla rebanar los gajos desnuda en la cama, los huesos apresados,
su torso de violín.
La noche en la ciudad pasaba lenta sobre la luz del ladrillo.
Ella ahora emite el sonido de un cisne, se siente dueña.
Él tira la punta del piolín con el que había atado la trenza y en el viento sus crines, luminosas y oscuras, como pasto crecido, como trigal, le galopan el cuello sin lunares.
El té no basta, una jarra, dos jarras, las tazas se lavan en el diamante, se escurren en la
Promesa de una pava más.

1 comentario:

Yani Mc Kerlie dijo...

Me parece un poema tan delicado, tan suave. Lo que me parece celestial, en el sentido de supremo e inalcanzable, es como llegaste a plasmar en tus poemas esas imágenes en palabras. Bien puesto tu nombre, felicidades.