miércoles, junio 25, 2008
TRATAMIENTO
Mi vida,
Se trata de no
Caer
La realidad se asemeja a
Empinados laberintos de
Piedras peligrosas, enceraditas
Con musgo violeta,
Y la precisión es tanta que
La cabeza hace fuerza
Para no ver
Las distancias de
Crestas derrotas impúdicas.
Me pienso plato cacerola cuchara,
Al servicio del hambre.
Entonces, mi vida:
Esto que agarro con las manos
Como si nunca hubiera nacido.
Seré un animal por la mañana
Tendré que morder esta conjetura
Tendré que
Partir el cielo
Y pararme debajo de la piñata
Descubrir qué hay
Adentro,
Adentro,
Más adentro.
ROCAS
Comparó su fiebre con la mía mientras
los labios parecían caerse del frío,
el pecho hundido, mi torso agazapado dentro.
Me gustaría poder gritar cuando se encienden los hornos
pero me quedo inerte, como las rocas.
Cuando silencio, me pesa la mano.
Queremos llorar abrazados,
amarrados al barco hasta que calme,
pero el barco se hunde con todo encima.
El tornado arrasó nuestra casa
Arrastró los platos, los restos de comida
Lo que quedaba se escurrió
con el agua de los fideos, se enfrió en la olla.
Salimos a juntar los paraguas escondidos en el jardín
pero la lluvia no esperó y patinamos.
Se me cayeron todas las pestañas.
En tu cara los pómulos se te hundieron.
Estoy tejiendo
una bufanda roja,
algún órgano que nos una.
Ella quería de su pelo una trenza larga donde hamacarse, un columpio.
Él pretendía darle en su abrazo la galaxia.
Le daba placer verla rebanar los gajos desnuda en la cama, los huesos apresados,
su torso de violín.
La noche en la ciudad pasaba lenta sobre la luz del ladrillo.
Ella ahora emite el sonido de un cisne, se siente dueña.
Él tira la punta del piolín con el que había atado la trenza y en el viento sus crines, luminosas y oscuras, como pasto crecido, como trigal, le galopan el cuello sin lunares.
El té no basta, una jarra, dos jarras, las tazas se lavan en el diamante, se escurren en la
Promesa de una pava más.
Él pretendía darle en su abrazo la galaxia.
Le daba placer verla rebanar los gajos desnuda en la cama, los huesos apresados,
su torso de violín.
La noche en la ciudad pasaba lenta sobre la luz del ladrillo.
Ella ahora emite el sonido de un cisne, se siente dueña.
Él tira la punta del piolín con el que había atado la trenza y en el viento sus crines, luminosas y oscuras, como pasto crecido, como trigal, le galopan el cuello sin lunares.
El té no basta, una jarra, dos jarras, las tazas se lavan en el diamante, se escurren en la
Promesa de una pava más.
viernes, junio 06, 2008
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